
La palmada en la espalda del Jefe de Seguridad del Parlamento vasco al batasuno que en lengua vasca llenó la vasca cámara de indignidad y fanatismo, eso fue lo peor.
Una palmadita en el riñon, al estilo del jugador de fútbol que felicita a un compañero por el trabajo bien hecho. Una palmadita que hoy resuena como una bofetada a todos los españoles que defienden el Estado de derecho.
La secuencia de los hechos estuvo precedida por una sonrisa de complicidad de la Vicepresidenta del gobierno vasco con estos dos ejemplos de la juventud vasca.
Cada segundo que estos dos personajes estuvieron en el símbolo de la democracia española suponía un ultraje para las víctimas de un terrorismo cada vez más anacrónico y nunca legitimado.
Hoy los españoles quizá nos sintamos más europeos (Zapatero dixit) pero señor Presidente: hoy también nos sentimos más avergonzados que nunca.
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